jueves, 29 de mayo de 2014

El arte de preguntar. Tercera Parte. Las preguntas reflexivas







En los anteriores artículos hablábamos de las preguntas abiertas, las cerradas y las circulares. Cada una de ellas con una finalidad y una estructura particular que utilizaremos en diferentes momentos del análisis del conflicto.
En esta oportunidad veremos las preguntas reflexivas. Esas preguntas que nos van a permitir generar otra mirada distinta del problema.
Formularemos estas preguntas cuando necesitamos una reflexión previa de la persona, antes de su respuesta.
No necesitamos que la persona nos brinde una respuesta desde la información objetiva que ya posee, sino que genera una reflexión desde su sentir sobre esa información.
Como nos dice Caram, estas preguntas buscan ubicar al interrogado en un rol protagónico, pues nos importa su reflexión sobre la información que posee.
Intentaremos generar una reacción distinta en aquél a quien estamos preguntando. Buscamos una pequeña conmoción en su forma de pensar en el problema.
Para formular estas preguntas, al igual que con las preguntas reflexivas, debemos tener en cuenta 3 aspectos.
a) la claridad al proponerla;
b) la oportunidad en que las efectuamos y
c) la confianza que habremos generado para su formulación.

Si intentamos formular una pregunta reflexiva y no tenemos en cuenta estos aspectos, seguramente los efectos serán contraproducentes, pues no tendremos la predisposición del interrogado para responder en el sentido que pretendemos y hasta esquivará nuestra pregunta.
En su estructura, estas preguntas se distinguen por ser abiertas, generar un movimiento hacia el interior de la persona, hacia su sentir o su forma de pensar y además los coloca en su rol de protagonista.
Estas preguntas, al igual que las circulares nos pueden resultar útiles cuando las personas endurecen su posición, cuando instalan en un conflicto “su verdad”, cuando sistemáticamente generan la culpa en la otra parte. En esas ocasiones es donde nos puede resultar útil generar estos movimientos hacia lo profundo de su ser. Que quien responda a nuestra pregunta, pueda salirse de los datos objetivos y de su verdad, para poder reflexionar realmente sobre el conflicto.
A modo de ejemplo, si Carlos dice: “Es por su actitud que me pongo irascible con mis compañeros”, evidentemente hay alguien que genera en Carlos una emoción, que lo afecta.
En ese caso, podremos preguntar por ejemplo: ¿Cómo se siente Ud. con sus compañeros? ¿Cómo piensa Ud. que podría cambiar esa relación?
Como pueden ver, son preguntas que formularemos en la oportunidad indicada pues de lo contrario vamos camino a que ratifiquen su respuesta inicial y en el ejemplo que planteamos la respuesta de Carlos sea: “Ya se lo dije me pongo irascible por su culpa!”
No es eso lo que necesitamos, por eso debemos tener en cuenta la claridad, la oportunidad y la confianza generada para formular la pregunta.


Bibliografía: Caram, María Elena, Eilbaum, Diana Teresa, Risolía Matilde, “Mediación, Diseño de una práctica”, Editorial Histórica. Año 2006, p. 270 y ssgtes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario