En los anteriores artículos hablábamos de las preguntas abiertas,
las cerradas y las circulares. Cada una de ellas con una finalidad y
una estructura particular que utilizaremos en diferentes momentos del
análisis del conflicto.
En esta oportunidad veremos las preguntas reflexivas. Esas
preguntas que nos van a permitir generar otra mirada distinta del
problema.
Formularemos estas preguntas cuando necesitamos una reflexión previa
de la persona, antes de su respuesta.
No necesitamos que la persona nos brinde una respuesta desde la
información objetiva que ya posee, sino que genera una reflexión
desde su sentir sobre esa información.
Como nos dice Caram, estas preguntas buscan ubicar al interrogado en
un rol protagónico, pues nos importa su reflexión sobre la
información que posee.
Intentaremos generar una reacción distinta en aquél a quien estamos
preguntando. Buscamos una pequeña conmoción en su forma de pensar
en el problema.
Para formular estas preguntas, al igual que con las preguntas
reflexivas, debemos tener en cuenta 3 aspectos.
a) la claridad al proponerla;
b) la oportunidad en que las efectuamos y
c) la confianza que habremos generado para su formulación.
Si intentamos formular una pregunta reflexiva y no tenemos en cuenta
estos aspectos, seguramente los efectos serán contraproducentes,
pues no tendremos la predisposición del interrogado para responder
en el sentido que pretendemos y hasta esquivará nuestra pregunta.
En su estructura, estas preguntas se distinguen por ser abiertas,
generar un movimiento hacia el interior de la persona, hacia su
sentir o su forma de pensar y además los coloca en su rol de
protagonista.
Estas preguntas, al igual que las circulares nos pueden resultar
útiles cuando las personas endurecen su posición, cuando instalan
en un conflicto “su verdad”, cuando sistemáticamente generan la
culpa en la otra parte. En esas ocasiones es donde nos puede resultar
útil generar estos movimientos hacia lo profundo de su ser. Que
quien responda a nuestra pregunta, pueda salirse de los datos
objetivos y de su verdad, para poder reflexionar realmente sobre el
conflicto.
A modo de ejemplo, si Carlos dice: “Es por su actitud que me pongo
irascible con mis compañeros”, evidentemente hay alguien que
genera en Carlos una emoción, que lo afecta.
En ese caso, podremos preguntar por ejemplo: ¿Cómo se siente Ud.
con sus compañeros? ¿Cómo piensa Ud. que podría cambiar esa
relación?
Como pueden ver, son preguntas que formularemos en la oportunidad
indicada pues de lo contrario vamos camino a que ratifiquen su
respuesta inicial y en el ejemplo que planteamos la respuesta de
Carlos sea: “Ya se lo dije me pongo irascible por su culpa!”
No es eso lo que necesitamos, por eso debemos tener en cuenta la
claridad, la oportunidad y la confianza generada para formular la
pregunta.
Bibliografía: Caram, María Elena, Eilbaum, Diana Teresa,
Risolía Matilde, “Mediación, Diseño de una práctica”,
Editorial Histórica. Año 2006, p. 270 y ssgtes.
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