Muchas veces a pesar que deseamos aprender o estudiar alguna actividad, disciplina o cualquier otra actividad, reprimimos ese deseo porque creemos que se nos pasó el momento.
Nos invaden obligaciones, responsabilidad y solos nos generamos nuestros propios límites o nos autoboicoteamos.
A partir de que generamos esa idea en nuestra mente, aún inconscientemente estamos decidiendo que es tarde.
Comparto con Uds. un cuento de Enrique Mariscal, que nos relata la historia de Salomón, quien nos deja una enseñanza maravillosa.
"Una
antigua leyenda atribuye al poder de un anillo el vasto conocimiento
de Salomón; el hombre más sabio de sus tiempos.
En cierta oportunidad se le cayó la sortija mágica en el Río
Jordán y debió esperar que un pescador la recuperase de las aguas
para hallar de nuevo su magnífica inteligencia.
El anillo fue, para algunos, el símbolo de su sabiduría. Y de la
potencia que llegó a tener sobre todos sus súbditos. Un sello de
fuego fue recibido del cielo. Un sello de fuego recibido del cielo.
Un dominio espiritual y material, con el que guió a hombres y
demonios.
Otras fuentes consideran
que la sabiduría del rey Salomón provenía de sus quinientas
esposas. Una convivencia capaz de poner a prueba al más
experimentado y de matar por agotamiento, físico y psíquico a
cualquier inexperto.
Lo cierto es que, muy anciano y moribundo, el sabio rey languidecía
postrado en su cama. Sólo le restaba esperar su gloriosa despedida.
La habitación estaba calentada con los carbones vivamente encendidos
de un brasero. Fue entonces cuando interrumpió un niño de la corte
y dijo:
- Vengo a llevarme una de las brasas.-
- ¿Cómo la vas a llevar?, preguntó un médico acompañante.
- Con la mano, respondió solícito el muchacho.
El rey Salomón, que
había escuchado cautelosamente el diálogo, se inclinó. Quería ver
de qué manera el joven recibía una dolorosa lección.
El mozalbete se dirigió
al brasero Llenó con buena cantidad de cenizas frías su mano; tomó
rápidamente un carbón encendido y salió corriendo. Sin quemarse.
Salomón suspiró profundamente. El
médico atento a todos sus movimientos le preguntó:
- ¿Que está haciendo mi rey ?
- “Estoy aprendiendo”. Y murió."
Cuento publicado en "Cuentos para regalar a personas inteligentes.. Ed. Serendipidad, Noviembre de 2000.
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