miércoles, 24 de julio de 2013

Seguimos aproximándonos


En el paper anterior, habíamos diferenciados las relaciones sociales tomando como variable el tiempo de duración. En tal sentido habíamos identificado relaciones sociales permanentes, continuas y transitorias y a su vez dentro de ellas relaciones de cooperación y de conflicto. (ver en este blog Una aproximación al abordaje de los conflictos)
En esta oportunidad y ya teniendo en cuenta esa diferencia, nos detendremos en las relaciones de conflicto sin olvidarnos de los distintos tipos de relaciones mencionadas anteriormente.
Si los conflictos los definimos como aquella percepción incompatible de objetivos entre dos o mas personas que se interrelacionan entre si y que cada una depende de la otra para lograrlos, necesitaremos pensar en algunas variantes antes de escoger nuestra estrategia de abordaje.
Remarco con negrita esos dos aspectos en la definición adoptada pues al abordar el conflicto, son dos aspectos que debemos considerar.
Los objetivos (propios y ajenos) y la relación que mantenemos con la otra parte serán importantes para poder elegir esa estrategia y lo veremos a continuación.
En un conflicto, puede suceder que esté interesado en lograr mis objetivos, aquello que deseo, sin importarme que la otra parte logre los suyos. Dicho de otra manera, puede que me interese obtener lo que quiero a costa de que el otro pierda sus objetivos (Ganar-Perder)
En este caso voy a competir con la otra parte, sin importarme la relación que nos une, para poder lograr lo que realmente quiero.
Por el contrario, puede ser que me importe más conservar la relación con la otra parte que obtener mis objetivos en esa relación de conflicto.
Teniendo en cuenta esos dos aspectos, podemos ver 4 estilos de abordajes de conflictos:

Estilo Competitivo: En el cual priorizo el resultado por sobre la relación. Es decir me interesan mis objetivos y no me interesa la relación, ni los objetivos del otro. Por ello compito con el otro para poder ganar mis objetivos. En este caso la conducta a desarrollar es más bien agresiva para poder ganar.
Estilo Acomodativo: En el cual se le asigna mayor importancia a la relación que se mantiene con la otra parte que a los objetivos que tengo en la relación conflictual. En este caso me importa no romper la relación y que la otra parte logre sus objetivos, que los mios propios. Aquí perdemos algo ahora para ganar mas adelante. Nuestra conducta en este caso será más pasiva y de acomodación a los objetivos del otro.
Estilo Evitativo: En este caso no me interesa ni la relación con la otra parte, ni tampoco me interesa el resultado. Es decir, puede suceder que no tenga interés en enfrentar el conflicto. Algunos autores refieren que la evitación es una de las primeras reacciones frente a los conflictos. La conducta en este caso a desplegar está relacionada con la evitación. (ver Moore, Christopher, El Proceso de Mediación. de. Granica. 2006, p. 29 y sgtes.)
Cooperativo: En el que me muestro interesado no sólo por los interés propio, sino también por los de la otra parte, por lo que me interesa el resultado y la relación que mantengo con quien tengo esa relación de conflicto. En este caso la conducta a desplegar será más de colaboración, tratando de encontrar objetivos propios, ajenos y comunes para poder satisfacerlos conjuntamente.
Compromiso: Algunos autores agregan este estilo como una variante intermedia, a utilizar por ej. en situaciones complejas para poder alcanzar tratos. Se requiere rapidez, precisión y sentido táctico y en casos donde el tiempo no alcanza para desarrollar procesos de colaboración, esta es una buena opción. (ver Los caminos de la negociación, Franc Ponti, Edit. Granica, 2007, p. 34.)
En la Matriz de Thomas y Kilman se refleja lo antedicho.



Presentado someramente estas formas de abordar los conflictos, cabe preguntarnos si existe alguna forma mejor que otra y frente a ello notar que predomina en nosotros un estilo por sobre los demás.
En realidad, si analizamos con mayor detenimiento cada situación veremos que en cada una podremos y deberemos cambiar nuestro estilo de abordaje frente al conflicto, pues como ya sabemos, no todas las relaciones conflictuales son iguales ni tienen las mismas características.
Por ello lo recomendable es identificar que tipo de relación social tenemos con quien tenemos un conflicto y en ese caso, elegir nuestra estrategia teniendo en cuenta las personas y los objetivos en juego.
Entre las preguntas a realizarnos al menos podriamos pensar las siguientes:
¿ Cuál sería la forma de abordar el conflicto más conveniente en un caso de relación social permanente o continua?
¿ cuál en caso de conflictos con quien tengo una relación transitoria?
¿ En qué casos podría abordar un conflicto de manera acomodativa?
¿ Suelo evitar los conflictos? En caso de que asi sea, ¿cuál sería la estrategia que desarrollaría cuando ya el conflicto sea imposible de continuar evitando?
Puede resultar complejo y desde ya les adelanto que no hay una forma mejor o peor, sino que podrá ser más o menos conveniente una forma de abordaje que otra.
Por eso antes de abordar el conflicto hay que hacer un análisis más amplio y ver en que situación nos encontramos, contar con la mayor información posible para luego desplegar nuestras acciones, acordes al estilo que hemos decidido emplear.

En una próxima entrega, irán algunos ejemplos prácticos para que puedan reflexionar sobre sus estilos de abordaje.

viernes, 5 de julio de 2013

Salomón. Para aprender a aprender.


Muchas veces a pesar que deseamos aprender o estudiar alguna actividad, disciplina o cualquier otra actividad, reprimimos ese deseo porque creemos que se nos pasó el momento.

Nos invaden obligaciones, responsabilidad y solos nos generamos nuestros propios límites o nos autoboicoteamos.

A partir de que generamos esa idea en nuestra mente, aún inconscientemente estamos decidiendo que es tarde.

Comparto con Uds. un cuento de Enrique Mariscal, que nos relata la historia de Salomón, quien nos deja una enseñanza maravillosa.


"Una antigua leyenda atribuye al poder de un anillo el vasto conocimiento de Salomón; el hombre más sabio de sus tiempos.
      En cierta oportunidad se le cayó la sortija mágica en el Río Jordán y debió esperar que un pescador la recuperase de las aguas para hallar de nuevo su magnífica inteligencia.
        El anillo fue, para algunos, el símbolo de su sabiduría. Y de la potencia que llegó a tener sobre todos sus súbditos. Un sello de fuego fue recibido del cielo. Un sello de fuego recibido del cielo. Un dominio espiritual y material, con el que guió a hombres y demonios.
Otras fuentes consideran que la sabiduría del rey Salomón provenía de sus quinientas esposas. Una convivencia capaz de poner a prueba al más experimentado y de matar por agotamiento, físico y psíquico a cualquier inexperto.
Lo cierto es que, muy anciano y moribundo, el sabio rey languidecía postrado en su cama. Sólo le restaba esperar su gloriosa despedida. La habitación estaba calentada con los carbones vivamente encendidos de un brasero. Fue entonces cuando interrumpió un niño de la corte y dijo:
- Vengo a llevarme una de las brasas.-
  • ¿Cómo la vas a llevar?, preguntó un médico acompañante.
  • Con la mano, respondió solícito el muchacho.
El rey Salomón, que había escuchado cautelosamente el diálogo, se inclinó. Quería ver de qué manera el joven recibía una dolorosa lección.
El mozalbete se dirigió al brasero Llenó con buena cantidad de cenizas frías su mano; tomó rápidamente un carbón encendido y salió corriendo. Sin quemarse.
Salomón suspiró profundamente. El médico atento a todos sus movimientos le preguntó:
  • ¿Que está haciendo mi rey ?
  • “Estoy aprendiendo”. Y murió."

Cuento publicado en "Cuentos para regalar a personas inteligentes.. Ed. Serendipidad, Noviembre de 2000.